martes, agosto 30, 2011

Los conejos gigantes existen


Claro.
Es tan grande vivir con c. Y sí, a lo mejor existen, pero es mucho más divertido pensar que se le ha ocurrido a ella (o que se la han metido con queso).


lunes, agosto 22, 2011

Ingång - Utgång - C'est fini








Breve, pero intenso. Estas vacaciones han dado para mucho en poco.
Mañana, vuelta al cole.




viernes, agosto 19, 2011

The View from Castle Rock







De todas las cubiertas de este libro yo tengo la más fea y sin duda la menos apropiada (abro juego, para qué desvelar lo evidente), lo compré hace dos años, en pleno fervor de la crítica por este libro que fue el ganador del Man Booker International Prize de ese año. Debo reconocer que yo lo compré porque mi crítico -Manuel Rodríguez Rivero, a quien debería confesarle mi constancia cuando menta a sus improbables lectores- había hecho una exhortación a su lectura casi un año antes (a estas alturas hablamos de 2008), pero cuando abrí la primera página no me gustó. Ésa fue mi primera aproximación a Alice Munro y así se quedaron las cosas hasta que me encontré sobre la mesa con Amistad de juventud y Las lunas de Júpiter. Cuando empecé el primer cuento de Amistad de juventud me di cuenta: Alice Munro pertenece a la raza de escritoras "mayúsculas" que busco sin histeria pero con persistencia, escritoras que están más allá del género, que no rehuyen ni buscan temáticas, pero son mujeres y sólo una mujer puede internarse en ciertos espacios de la vida que las mujeres restringimos, con contadas excepciones, a las mujeres.
Desde ese momento, más o menos octubre o noviembre de 2010, Alice Munro es un placer que dosifico para no agotarlo, pero durante estas vacaciones suecas no podía dejar de fantasear con estar horas sin fin frente a los lagos o en los bosques de Östergötland (que han hecho de marco inmejorable para el escenario canadiense), con tener todos sus libros and time on my hands para no salir nunca del universo que construye Munro en cada historia, para releerlas, para subrayarlas, para pensarlas y no devorarlas como me sucede en algunos momentos.

Hace un rato he acabado The View from Castle Rock y siento esa orfandad, esa melancolía, incluso el nudo en la garganta, que produce abandonar un libro que sientes como un hogar.

Ahora, aún de duelo, me debato entre seguir con los cuentos de Flannery O'Connor que todavía no he leído porque también están en cuarentena para no "gastarse", o los de Clarice Lispector, prácticamente por estrenar. La tercera opción es la más disidente, pero también tiene un deje de melancolía: Mi abuelo llegó esquiando, para seguir in the Far North y de paso reír leyendo.
Pero cualquier decisión tendrá lugar más tarde, por el momento, me quedo con todo esto.