lunes, septiembre 30, 2013

Unfair






Me parece entre tétrico e indignante que Hannah Arendt aparezca literalmente rodeada de aquellos a los que persiguió con su discurso, como si fuera una rueda de reconocimiento, como si fuera una de ellos.

jueves, septiembre 26, 2013

Pide que sea largo el camino



Cuando salgas a la ida hacia Ítaca,
pide que sea largo el camino,
lleno de aventuras, lleno de conocimientos.
A los Lestrígones y a los Cíclopes,
al iracundo Poseidón no temas,
tales en tu camino nunca encontrarás,
si elevado permanece tu pensamiento, si elegida
emoción pulsa tu espíritu y tu cuerpo.
A los Lestrígones y a los Cíclopes,
al feroz Poseidón no encontrarás,
si dentro de tu alma no los llevas,
si tu alma ante ti no los eleva.
Pide que sea largo el camino.
Que muchas sean las alboradas estivales
en que con qué contento, con qué gozo
arribes a calas vistas por vez primera;
detente en emporios de Fenicia,
y adquiere las mercancías preciosas,
corales y nácares, ámbar y ébano,
y voluptuosos y variados perfumes,
cuanto más abundantes puedas los voluptuosos perfumes;
ve a ciudades de Egipto, a muchas,
aprende y aprende de los instruidos.
Siempre en tu mente ten Ítaca.
La llegada allí es tu destino.
Pero no apresures en nada el viaje.
Mejor que por muchos años se prolongue;
y, ya viejo, ancles en la isla
rico con cuanto ganaste en el camino,
sin esperar que te dé riquezas Ítaca.
Ítaca te dio el viaje hermoso.
Sin ella no hubieras salido al camino.
Pero no tiene ya que darte.
Y si la encuentras pobre, Ítaca no te engañó.
Así sabio como te hiciste, con tanta experiencia,
comprendieras ya qué significan las Ítacas.


C. P. Cavafis. 
(Obra poética completa, Ediciones La Palma, Madrid, 1991. Edición y traducción, Alfonso Silván Rodríguez, en la Odisea, Debolsillo, Barcelona, 2013)


Siempre, absolutamente, siempre, todas y cada una de las veces que releo este poema se me ponen los pelos como escarpias, pero lo mejor es la ligereza que siento después. 


[...] no apresures en nada el viaje.

martes, septiembre 24, 2013

Inciso ruso en mi ciclo africano


Tras la conocida orfandad de terminar un libro que no se puede soltar, he vuelto a los rusos. O se me ha cruzado un ruso. Una vez más el culpable es Vila-Matas (si no fuera tarde para empezar, debería tener una lista de los autores que he descubierto, redescubierto, leído y releído gracias a Vila-Matas).
Bastó una mención al enterrador de Pushkin en El mal de Montano (con esta cita):

"Mis ilustrados lectores sabrán que Shakespeare y Walter Scott presentaron a sus sepultureros como hombres alegres y dicharacheros, con el fin de que el contraste impresionara aún más nuestra imaginación. Por respeto a la verdad no podemos seguir su ejemplo y debemos reconocer que el carácter de nuestro sepulturero correspondía totalmente a su siniestro oficio."

"El enterrador", de Alexandr S. Pushkin (en Narraciones completas)

Y así de repente he dejado Lagos, Nigeria, para volver a la Rusia profunda.



*Las fotos son de Bénédicte Kurzen y de Sergey Maximishin 

domingo, septiembre 22, 2013

Ulises II



Pero tampoco negaré que la cubierta de mi Ulises también me gusta (y mucho).

jueves, septiembre 19, 2013

Ulises



noramala.
1. adv. m. en hora mala.


Me gustaría que esta fuera la cubierta nuestra Odisea y no la de Alianza. Pero prefiero el nombre de Ulises a Odiseo y me parto con cada palabra que descubro que sí, que existe. 

 

viernes, septiembre 13, 2013

"Normales"



No me gustan nada las personas campechanas. Si de ellas dependiera, la literatura ya habría desaparecido de la faz de la tierra. Sin embargo, las personas «normales» son muy apreciadas en todas partes. Todos los asesinos son, para sus vecinos, tal como se ve siempre en la televisión, personas campechanas y normales. Las personas normales son cómplices del mal de Montano de la literatura. Eso he pensado este mediodía en el taxi de Pico, mientras me acordaba de una frase que Zelda solía decirle a su marido, a Scott Fitzgerald: «Nadie más que nosotros tiene el derecho de vivir, y ellos, los hijos de puta, están destruyendo nuestro mundo».
     Odio a esta gran parte de la humanidad «normal» que día a día destruye mi mundo. Odio a la gente que es de una gran bondad porque nadie les ha dado la oportunidad de saber lo que es el mal y entonces elegir libremente el bien; siempre me ha parecido que ese tipo de gente bondadosa son gente de una maldad extraordinaria en potencia. Los detesto, muchas veces pienso al igual que Zelda y les veo como a unos hijos de puta.


El mal de Montano, Enrique Vila-Matas


 
Fascinada. Una vez más. Es tan grande Vila-Matas...