...
Después de unos días en el paraíso tropical con los selectos seres que conforman mi cofradía del santo reproche y gratitud a la vida, tomo conciencia de mi (y nuestra -por desgracia-) mortalidad.
Somos jóvenes, pero ya no lo somos tanto. Nuestra conversación se salpica de los plazos que apremian y nos roban la inmortalidad inocente que no hemos podido retener.
Unos hemos perdido el tono muscular, la salud y otros la confianza plena en que todo llegaría.
Ahora que sabemos que no todo es posible, quizá hemos comenzado a ser verdaderamente agradecidos. Nos entregamos con deleite a la satisfacción tan efímera de estar juntos, de abrirnos sin miedo y de darnos sin pudor.
Somos sonrisas, lágrimas y dudas. Nos necesitamos, pero lo realmente mítico es que siempre estamos y cuando no hemos podido nos lo hemos perdonado sin rencor.
Me sorprende sin fin la capacidad que tenemos para crear belleza y magia, para abrir los ojos y los poros y empaparnos de esa frágil criatura a la que hemos dado vida...
No sé si somos los mejores, pero a menudo constato que somos especiales y tenemos la virtud de verlo y explotarlo.
Somos jóvenes, pero ya no lo somos tanto. Nuestra conversación se salpica de los plazos que apremian y nos roban la inmortalidad inocente que no hemos podido retener.
Unos hemos perdido el tono muscular, la salud y otros la confianza plena en que todo llegaría.
Ahora que sabemos que no todo es posible, quizá hemos comenzado a ser verdaderamente agradecidos. Nos entregamos con deleite a la satisfacción tan efímera de estar juntos, de abrirnos sin miedo y de darnos sin pudor.
Somos sonrisas, lágrimas y dudas. Nos necesitamos, pero lo realmente mítico es que siempre estamos y cuando no hemos podido nos lo hemos perdonado sin rencor.
Me sorprende sin fin la capacidad que tenemos para crear belleza y magia, para abrir los ojos y los poros y empaparnos de esa frágil criatura a la que hemos dado vida...
No sé si somos los mejores, pero a menudo constato que somos especiales y tenemos la virtud de verlo y explotarlo.
4 Comments:
Pero mira que eres tremenda...
Yo desde luego no he pensado en nuestra mortalidad (por lo menos, no más de lo habitual), sino simplemente en cómo cambian las cosas.
Supongo que esto es hacerse mayor, pero yo lo único que noto es el cambio (desde esa otra mítica charla en casa de L, no hago más que pensar en eso): cambian las cosas sobre las que pensamos o lo que pensamos de las cosas, cambian las personas que nos rodean, o al menos nuestra relación con ellas.
Lo que no cambia, y por eso me siento tan afortunado, es la alegría.
Alegría sobre todo de estar juntos, al estar juntos.
Que soy tremenda no es nuevo. Y que soy un poco esquizofrénica tampoco. La constancia de esta mortalidad no es algo negativo, simplemente está ahí (quizá sí que un poco más que antes).
Pero es otra mirada que acompaña y ensalza la alegría, se alternan, se complementan y, en mi caso, se necesitan.
El sentimiento trágico de la vida. Sé de lo que hablamos.
Pero no sé si es tanto la mortalidad, como la experiencia que ya vamos teniendo de que los momentos de felicidad son menos y más cortos de lo que nos gustaría.
Como me ha dicho recientemente una amiga, no es afortunado el que es feliz, sino el que se da cuenta.
Hala.
A este blog hay que darle vidilla, que nos aburrimos sin leer de ti en tanto tiempo!!
;)
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