sweet seventeen
Por algún extraño motivo me cuesta inventarme historias.
Todo lo que pienso y luego, a lo mejor si estoy lanzada y optimista, escribo me suena conocido y me sobreviene la convicción de que eso lo he leído antes o que ya me lo han contado.
Y entonces me siento una usurpadora, que tampoco es una gran meta vital (suficiente con el intrusismo laboral que practico a diario o la vaga sensación de que suplanto la vida de mi cuerpo y hago lo que me da la gana y nunca bueno).
Cuánto más tiempo pasa más dudas albergo sobre LA ADVERTENCIA (necesita mayúsculas) que me dieron en aquel curso que hice con diecisiete años y la inocencia reluciente: tengo que leer más.
Pero cuánto más leo más improbable me parece que llegue a dar con una idea, un personaje o un modo de narrar propios.
(Ojo, esto no es una autoinducción al analfabetismo)
Así que de repente pienso en aquellas cien mil pesetas (sí, sí, inocente hasta para eso), en aquellos sábados de bochorno continuo (porque por supuesto que no había leído la Poética de Aristóteles -¿debería enviar una carta y confirmar al profesorado que ya se ha convertido en uno de mis libros de cabecera? Igual así se estresan y buscan alguna obra más improbable para pichones de menos de dieciocho años- ni tampoco me sabía del derecho del revés todas y cada una de las novelas de Henry James -hoy seguimos igual, he leído, pero me niego a ahondar) y de ansiedad infinita ante la corrección de viva voz de los textos de los diez incautos que allí acudíamos y sólo me viene a la mente que con dieciesiete años una panda de seres que sabían lo duro que publicar me mataron a perdigonazos los pájaros de la cabeza.
Lo que no consiguieron es apaciguar la duda de sí es cierto lo que todas y cada una de las personas que me conocen me dicen: "Algún día te leeré".
Ha llegado a sonarme como una amenaza, o casi una condena.
A lo mejor tienen razón.
O no.
Pero sin duda, entre todos hemos dado con mi bloqueo de escritora sin haber llegado a serlo.
Todo lo que pienso y luego, a lo mejor si estoy lanzada y optimista, escribo me suena conocido y me sobreviene la convicción de que eso lo he leído antes o que ya me lo han contado.
Y entonces me siento una usurpadora, que tampoco es una gran meta vital (suficiente con el intrusismo laboral que practico a diario o la vaga sensación de que suplanto la vida de mi cuerpo y hago lo que me da la gana y nunca bueno).
Cuánto más tiempo pasa más dudas albergo sobre LA ADVERTENCIA (necesita mayúsculas) que me dieron en aquel curso que hice con diecisiete años y la inocencia reluciente: tengo que leer más.
Pero cuánto más leo más improbable me parece que llegue a dar con una idea, un personaje o un modo de narrar propios.
(Ojo, esto no es una autoinducción al analfabetismo)
Así que de repente pienso en aquellas cien mil pesetas (sí, sí, inocente hasta para eso), en aquellos sábados de bochorno continuo (porque por supuesto que no había leído la Poética de Aristóteles -¿debería enviar una carta y confirmar al profesorado que ya se ha convertido en uno de mis libros de cabecera? Igual así se estresan y buscan alguna obra más improbable para pichones de menos de dieciocho años- ni tampoco me sabía del derecho del revés todas y cada una de las novelas de Henry James -hoy seguimos igual, he leído, pero me niego a ahondar) y de ansiedad infinita ante la corrección de viva voz de los textos de los diez incautos que allí acudíamos y sólo me viene a la mente que con dieciesiete años una panda de seres que sabían lo duro que publicar me mataron a perdigonazos los pájaros de la cabeza.
Lo que no consiguieron es apaciguar la duda de sí es cierto lo que todas y cada una de las personas que me conocen me dicen: "Algún día te leeré".
Ha llegado a sonarme como una amenaza, o casi una condena.
A lo mejor tienen razón.
O no.
Pero sin duda, entre todos hemos dado con mi bloqueo de escritora sin haber llegado a serlo.
3 Comments:
Por mi parte, no es que "algún día te leeré", sino que ya te estoy leyendo. Lo que comentas es real, pero (según he leído) lo tienen todos los escritores.
Saludos
Todas las historias estan inventadas desde siempre. La gracia está en volverlas a escribir, una y otra vez.
dos innegables paradojas en las que no había reparado.
gracias por las perspectivas (creo sólo necesitaba salir del círculo vicioso de razonamiento envenenado...)
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