La vida es sueño (3er intento)
Es verdad; pues reprimamosesta fiera condición,
esta furia, esta ambición,
por si alguna vez soñamos.
Y sí haremos,
pues estamos
en un mundo tan singular,
que el vivir sólo es soñar;
y la experiencia me enseña
que el hombre que vive sueña
lo que es hasta despertar.
Sueña el rey que es rey,
y vive con este engaño mandando;
disponiendo y gobernando;
y este aplauso que recibe
prestado, en el viento escribe,
y en cenizas le convierte
la muerte (¡desdicha fuerte!);
¡que hay quien intente reinar
viendo que ha de despertar
en el sueño de la muerte!
Sueña el rico su riqueza
que más cuidados le ofrece;
sueña el pobre que padece
su miseria y su pobreza;
sueña el que a medrar empieza,
sueña el que afana y pretende,
sueña el que agravia y ofende;
y en el mundo, en conclusión,
todos sueñan lo que son,
aunque ninguno lo entiende.
Yo sueño que estoy aquí,
destas prisiones cargado,
y soñé que en otro estado
más lisonjero me vi.
¿Qué es la vida?
Un frenesí.
¿Qué es la vida?
Una ilusión,
una sombra, una ficción,
y el mayor bien es pequeño;
que toda la vida es sueño,
y los sueños, sueños son.
Monólogo de Segismundo, Jornada II
La vida es sueño
Pedro Calderón de la Barca
(Edición de Evangelina Rodríguez Cuadros)
Tres días y tres intentos de colgar este fragmento (que la biblioteca virtual del Instituto Cervantes no ha tenido a bien dejarme copiar a golpe de comandos) después, se me sigue poniendo la piel de gallina al recordar la declamación de Fernando Cayo -en el papel de Segismundo-, el magnetismo de Ana Caleya -¿existirá una Rosaura mejor? No lo creo-, y el poderío y las tablas de Chete Lera -rey Basilio- y Jesús Ruymán -Clotaldo-.
Siempre he sido desmemoriada para ciertas cosas, pero, nada más comenzar la obra, me dije que había llegado el momento de abrir la mano (o designar neurona) para que no se me pasara por alto quiénes eran Segismundo y Rosaura.
Tres días después, también ratifico que ha sido un acierto esperar a este momento, permitir que éste surgiera, para asistir por primera vez a la obra que me obsesionó a los dieciséis años* .
Sin la compañía perfecta, no hubiera sido lo mismo.
(*De ahí, la cita trillada. Qué le vamos a hacer, doce años de espera justifican un lugar común.)
posted by g at 1:30 p. m.
6 Comments:
ummm
me encanta este fragmento,
¿qué le vamos a hacer?
Es curioso. Yo, a los dieciséis años, también estaba obsesionada con esta obra.
También vi esta última representación domingo en el Romea..la tengo muy presente...
Kq
Leo esto a las 12.07 y hasta las 11.50 había estado dando ESE mismo frangmento de ESE texto.
Adoro la obra. ¿Habrá Rosaura mejor, en sentido amplio y extenso en el mundo?
Lo siento, me impresioné.
Un beso
Una vez hemos convenido los cuatro que somos esclavos de uno de los mejores monólogos ever, me imagino a alguien (esa hermosa acompañante) frotándose las manos para volver a embestir, con un nuevo argumento bajo el brazo, que tanta casualidad no puede ser sencillamente eso.
Miss Fiamma, esta vez le ha concedido un punto ganado.
besos a todos,
g
ps: Kq, qué gran acierto que no te la perdieras, y qué grandiosa casualidad también.
(Para los ratos de ocio, y para desconso de eso de ser argentina, hay que buscar todo el material robado por Hernández a este texto. Pero ese es un ejercicio malevolente.)
Yo era más de "Con diez cañones por banda...". Por lo que se ve, en mi instituto eran más prágmaticos y menos contemplativos.
:)
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