Eso no
Utilizaré esta potente arma de difusión, esta plataforma de denuncia para, no llamemos a las cosas por el nombre que no es, cagarme en Minute Maid.
De las muchas cosas con las que podrían haber justificado el sueldo los del departamento de marketing, van y se ensañan con la única por la que yo compraba esa marca: el sabor.
Lo que quiere decir que se ha acabado mi experiencia sinestésica de los últimos diez años vinculada al zumo de bote.
En 1999, incauta como nadie pese a mi diecinueve años, tomé una ristra de cuestionables decisiones que me pusieron al otro lado del charco con el fin de pasar dos meses en lo que resultó ser el lugar más aburrido de la tierra, en el momento en que la peseta estaba más hundida y el dólar más alto y con una edad que no me permitía seguir cultivando unos vicios para los que ya apuntaba yo maneras de profesional (esto es beber y fumar, estar en los bares así en general). Hablamos de Boston. Ciudad que últimamente aparece de forma recurrente en las conversaciones y siempre concluye igual: qué bonito. Qué aburrido.
Al caso, mi trauma infantil tardío (porque si hubiera pasado por el aro y me hubiera dejado castigar a los catorce en Irlanda esto no me hubiera sucedido a una edad a la que ya era patético tener morriña, no saber hacer amigos y seguir poniendo cara de mala hostia por si acaso) no tenía mucha salida ni aplaque (sí, leí hasta que se me quemaron las pestañas y fui hasta donde el tren me llevaba), pero lo cierto es que no tenía ni para pipas, sólo para Minute Maid, que era más barato que el agua. 1$=1/2l. Oh, sí. Ésta era la ecuación que cuadraba mi economía en el verano más aburrido de mi vida.
Y desde entonces, Minute Maid se convirtió en mi Coca-cola personal. Beber este zumo artificial era recordar aquel aburrimiento y sentir de inmediato la chispa de la vida.
Y ahora un capullo de marketing se ha cargado mi madalena prustiana para añadir a la etiqueta "Nuevo sabor" y ganar un comprador para perder otra, yo, sin duda mucho más importante.
Porque ahora, s'ha acabat el bròquil, no compraré nunca más Minute Maid ni atormentaré a nadie con los litros (fueron muchos) de zumo que consumí aquel verano.
(Lo sé, entre el panegírico desfasado a mi lavadora y este turrón mi regreso a la blogesfera es de lo más cuestionable, pero es lo que hay. Buenos días).
5 Comments:
Bienvenida!!!!!!!!!!!! Si te sirve de consuelo y desde una adicción a la Coca-cola que sufre sus altibajos te diré que nos han cambiado el sabor varias veces creyendo que no nos daríamos cuenta, pero lo bueno que tienen los combis artificiales son todas otras esas "sustancias" añadidas que anestesian tu rabia y te hacen sentir como si nada. Ay, adictos!!!
Bienencontrada!!!!!
Si te sirve de consuelo no volvere a beber (creo que no la he bebido en mi vida) Minute Maid.
Sieno lo de los acentos, pero donde estoy no hay. O al menos no los encuentro.
besos ciberneticos
Hilario, éste era el tipo de adhesión irracional que esperaba.
A la mierda los acentos.
Covavski, una de mis etapas de adictivas fue para escarnio de mi santa madre con la Coca-cola, si mal no recuerdo una remuneración pecunaria y un cambio de sabor acabaron con mi affair con la bebida del imperio. Siempre es lo mismo.
besos, glosadores
pobre bagui_in_boston!
ptopto supermurenus!jeje
Boston es una ciudad de mierda.
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