miércoles, febrero 16, 2011

Go Chinese (or the Chinese revolution)

Esta foto debería estar en el blog de r. que sabría contar que por algún ignoto y ancestral motivo en la península abundan los bares con las paredes forradas de fotos, todo tipo de fotos: jabatos borrachos y desencajados por una inexplicable alegría, grupos de mediana edad con sonrisas forzadas de demasiados dientes, famosos, protofamosos o verdaderos desconocidos; todos, en especial el último colectivo, cargados de buenos deseos en autógrafos ilegibles, que se descifran por lo previsible del mensaje (pongamos un ejemplo al azar: "No hay bravas como las Manolo"). Pero hay un factor común que no falla: la foto de Manolo en la barra, puerta, sala; Manolo en plena faena, satisfaciendo a ese cliente, futuro retrato-cadáver descolorido.
Pues de repente Manolo es Xing, que ha cogido el traspaso del bar, se ha ajustado la camisa blanca al cuello, se ha calado el chaleco (está pensando cómo echar barriga) y hace unas bravas tan de morirse como las de Manolo.
Señores, que vienen los chinos.*

*Pese a lo mucho que que me interesa la materia, yo no podría ser, ni en mis sueños más salvajes, quien se convirtiera en la firmante de estas crónicas por una razón de peso: en algún momento de mi infancia, mis padres tuvieron una ingeniosa ocurrencia que a posteriori tuvo un calado tremendo en mi forma de ver el mundo, y a los chinos. Más allá del trauma de que mis hermanos semiclónicos, con los que comparto un parecido importante, tuvieran como deporte -soy la mediana- recordarme que me habían encontrado al lado de la basura, y que aunque me hubieran acogido yo no era de la familia, mis padres, en bloque, se entregaron sin ninguna cortapisa a la infame, y hoy impensable, diversión de asegurarme, con el aplomo que sólo puede tener un adulto ante un niño (más si son dos, más si son los padres de ese niño), que me casaría con un chino y me iría a China, de donde por supuesto no podría volver jamás y donde además me cambiaría la forma de los ojos y se me aplanaría la cara. Absorbida la parte narrativa de la historia, todo se convirtió en un mero señalar: "Mira con ése te vas a ir". Dejo para el olvido familiar mis reacciones aterrorizadas, que incluían gritos desaforados y escapadas a toda velocidad. Cómo no, este padecimiento de causa exógena tiene nombre.

Creo que poca gente ha prestado la misma atención que yo al incremento de la inmigración china en Madrid.


5 Comments:

Blogger sara said...

mi família no se cansa de comentarme, desde que tengo uso de razón, que a mí me compraron a unos gitanos, a cambio de unos trapos viejos. ¡viva el amor de materno y fraterno (del paterno ya ni hablemos)!

i____________viva la bragui!!!!!

1:05 a. m.  
Blogger Clara said...

I dic jo, Saret, quiénes son Materno y Fraterno?
Jajjaja... és molt bo.
sí, sóc una perra.
Gabrielle, ma belle, escrius que és un gust...

10:06 a. m.  
Blogger sara said...

m'havia oblidat: y ¡viva el amor de clarerno!

10:56 a. m.  
Blogger submarino amarillo said...

no me atreviría a afrirmar... pero el señor chino no será el del bar esterri de villarroel? prepara unos callos exquisitos.

el primer sinfóbico de barcelona


genial!

7:59 p. m.  
Blogger g said...

Afirma, r., porque lo es.
Duermo más tranquila sabiendo que la nueva fuerza laboral está censada.
xxx
g

11:28 a. m.  

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