domingo, octubre 27, 2013

(my) dysfunctional family

Ferran López

Últimamente, y eso quizá quiere decir los últimos años, me doy cuenta de lo recurrente que se ha vuelto la conversación de cómo ha sido nuestra infancia, nuestra adolescencia. Es una conversación que no conoce fin, una conversación que se entabla con conocidos y desconocidos por igual.
Es un deseo de volver atrás, de recrear cómo fueron las cosas, de fijar recuerdos, de explicar cómo somos a través de las experiencias que forjaron nuestro carácter. 
Yo siempre he dicho (y diré) que vengo de una familia disfuncional. Mi familia es maravillosamente disfuncional porque mis padres eran argentinos cuando no había tres trillones de argentinos por todas partes (lo cual se prestaba a situaciones tan rocambolescas como que mis compañeros pensaran que mi madre era la "chacha", y no, no usaban otra palabra), además, por si ser jóvenes -y bastantes guapos- no sumara suficiente exotismo, decidieron divorciarse y hacer de mis hermanos y de mí los bichos raros del colegio, que además de no tener pueblo eran hijos de divorciados, algo que te colocaba automáticamente en la categoría de desgraciado. De ahí en adelante no dejaron -ni dejamos- de sumar puntos hacia el estrellato de la disfuncionalidad.
Gran parte de esos puntos me han costado en terapia lo que bien podría haber sido un coche nuevo, o como siempre lo he vivido, la construcción de la piscina y la casita de herramientas de mi terapeuta. 
Pero de un tiempo a esta parte (y supongo que en este punto debería alegrarme de no tener el coche y haber construido en su lugar una piscina a mi terapeuta) me doy cuenta de que no cambiaría nada -y digo nada- de mi vida, porque entonces no sería yo, ni tampoco podría recordar muchas de las escenas divertidas, surrealistas y tragicómicas que sé que me han dado el sentido del humor grotesco y ultranoir que es lo que más me gusta de mi ADN. 
Pienso todo esto después de leer el artículo de Sedaris* sobre el suicidio de su hermana, aunque en realidad no habla de eso, habla de su familia, una de esas familias que yo siempre había envidiado (y sigo haciéndolo, pero con mucha más moderación). Siempre son esas familias numerosas, bien avenidas, con anécdotas a pares, con desgracias, sí, pero felices, contraviniendo la frase lapidaria de Tolstói de que "Todas las familias felices se parecen". 
Yo, qué remedio, me quedo con la mía que es infeliz a su original manera, pero a medida que pasan los años y se multiplican las conversaciones retroactivas me doy cuenta, y me alegro, de que al fin todo está bien (lo cual no quiere decir que vaya a inmolarme en una de esas experiencias de negación de la realidad y vaya a buscar a la happy family que no tengo, ni que comparta al cien por cien el contenido de la cita que me ha levantado de mi butaca para cascar este rollo).


*“Why do you think she did it?” I asked as we stepped back into the sunlight. For that’s all any of us were thinking, had been thinking since we got the news. Mustn’t Tiffany have hoped that whatever pills she’d taken wouldn’t be strong enough, and that her failed attempt would lead her back into our fold? How could anyone purposefully leave us, us, of all people? This is how I thought of it, for though I’ve often lost faith in myself, I’ve never lost it in my family, in my certainty that we are fundamentally better than everyone else. It’s an archaic belief, one that I haven’t seriously reconsidered since my late teens, but still I hold it. Ours is the only club I’d ever wanted to be a member of, so I couldn’t imagine quitting. Backing off for a year or two was understandable, but to want out so badly that you’d take your own life?


1 Comments:

Blogger C. said...

Qué bien que se inviertan los términos y a la letra pequeña pase la cita y tu estés "en todo lo alto". Qué bien leerte más, Sososki. Camarada celebro su regreso, yatusabes.com

3:53 p. m.  

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