domingo, agosto 31, 2008
lunes, agosto 25, 2008
lunes, agosto 18, 2008
Titulares para el recuerdo
Rusia cierra las puertas al porcino español
Fuente: El País (qué duda cabe)
jueves, agosto 14, 2008
Puntos de vista (más Mrozek)
EL ÁRBOL
Vivo en una casa no lejos de la carretera. Junto a esa carretera, a la entrada de la curva, crece un árbol.
Cuando yo era niño, la carretera era un camino de tierra. Es decir, polvorienta en verano, fangosa en primavera y en otoño, y en invierno cubierta de nieve igual que los campos. Ahora es de asfalto en todas las estaciones del año.
Cuando yo era joven, por el camino pasaban carros de campesinos arrastrados por bueyes, y sólo entre la salida y la puesta del sol. Los conocía todos, porque eran de por aquí. Eran más raros los carros de caballos. Ahora los coches corren por la carretera de día y de noche. No conozco ninguno, aparecen de no se sabe dónde y desaparecen hacia no se sabe dónde.
Sólo el árbol ha quedado igual, verde desde la primavera hasta el otoño. Crece en mi parcela.
Recibí un escrito de la Autoridad. «Existe el peligro—decía el escrito—de que un coche pueda chocar contra el árbol, ya que el árbol crece en la curva. Por lo tanto, hay que talarlo.»
Me quedé preocupado. Tenían razón. Efectivamente, el árbol está junto a la curva, y cada vez hay más coches que cada vez corren más deprisa y sin prudencia. En cualquier momento puede chocar alguno contra el árbol. Así que cogí una escopeta de dos cañones, me senté bajo el árbol y, al ver acercarse al primero, disparé. Pero no acerté. Por eso me arrestaron y me llevaron a juicio.
Traté de explicar al tribunal que había fallado únicamente porque mi vista ya no era buena, pero que si me dieran unas gafas seguro que acertaba. No sirvió de nada.
No hay justicia. Es verdad que un coche puede chocar contra el árbol y dañarlo. Pero sólo con que me dieran unas gafas y algo de munición, me quedaría sentado vigilando. ¿Por qué tanta prisa por talar un árbol si hay otros métodos de protegerlo de un accidente?
No les costaría nada, aparte de la munición. ¿Acaso es un gasto excesivo?
El árbol
Slawomir Mrozek
miércoles, agosto 13, 2008
martes, agosto 12, 2008
jueves, agosto 07, 2008
miércoles, agosto 06, 2008
Intertextualidad
Desmayarse, atreverse, estar furioso,
áspero, tierno, liberal, esquivo,
alentado, mortal, difunto, vivo,
leal, traidor, cobarde y animoso;
no hallar fuera del bien centro y reposo,
mostrarse alegre, triste, humilde, altivo,
enojado, valiente, fugitivo,
satisfecho ofendido receloso;
huir el rostro al claro desengaño,
beber veneno por licor suave,
olvidar el provecho, amar el daño;
creer que el cielo en un infierno cabe,
dar la vida y el alma a un desengaño,
esto es amor: quien lo probó lo sabe.
Y si hubo tentación de escapar a la sinuosa concatenación de referencias y lecturas aplazadas no pudo ser tal tras dar con dos críticas en particular [Contra la felicidad. En defensa de la melancolía de Eric C. Wilson y The Loss of Sadness de Allan Horwitz y Jerome Wakefield], dos obras sobre un tema que había sido objeto de una conversación reciente: la medicalización de la tristeza. Y si bien el título del primero despertó a Burton y su Anatomía de la melancolía, que ya estaba entre mis fetiches y en mi librería, pero además ahora está ante mis ojos, el segundo, The Loss of Sadness, es el volumen que eligiría para una lectura cruzada de siglos sobre el tema en cuestión.Anatomía de la melancolía
Equivocaciones
La melancolía, el tema de nuestro discurso presente, lo es en disposición o en hábito. En disposición, es esa melancolía transitoria que va y viene en cada ocasión de tristeza, necesidad, enfermedad, problema, temor, aflicción, enojo, perturbación mental o cualquier tipo de cuidado, descontento o pensamiento que cause angustia, torpeza, pesadez y vejación del espíritu y cualquier ánimo opuesto al placer, la alegría, el alborozo, el deleite, que nos causa indolencia o disgusto. En dicho caso, llamamos melancólico al que está embotado, triste, huraño, torpe, indispuesto, solitario, de alguna forma enternecido o descontento. Y de estas disposiciones melancólicas no está libre ningún hombre vivo, ni siquiera el estoico: nadie es tan sabio, tan feliz, tan paciente, tan generoso, tan divino, tan piadoso que pueda defenderse; nadie está tan bien dispuesto que en uno u otro momento no sienta su dolor, más o menos. La melancolía, en este sentido, es una característica inherente al hecho de ser criaturas mortales.
Anatomía de la melancolía
Robert Burton
1621
[La idea de la imagen cortesía de c., Corbis ha hecho el resto]
viernes, agosto 01, 2008
La revolución - Slawomir Mrozek
En mi habitación la cama estaba aquí, el armario allá y en medio la mesa.
Hasta que esto me aburrió. Puse entonces la cama allá y el armario aquí.
Durante un tiempo me sentí animado por la novedad. Pero el aburrimiento acabó por volver.
Llegué a la conclusión de que el origen del aburrimiento era la mesa, o mejor dicho, su situación central e inmutable.
Trasladé la mesa allá y la cama en medio. El resultado fue inconformista.
La novedad volvió a animarme, y mientras duró me conformé con la incomodidad inconformista que había causado. Pues sucedió que no podía dormir con la cara vuelta a la pared, lo que siempre había sido mi posición preferida.
Pero al cabo de cierto tiempo la novedad dejó de ser tal y no me quedó más que la incomodidad. Así que puse la cama aquí y el armario en medio.
Esta vez el cambio fue más radical. Ya que un armario en medio de una habitación es más que inconformista. Es vanguardista.
Pero al cabo de cierto tiempo… Ah, si no fuera por ese «cierto tiempo». Para ser breve, el armario en medio también dejó de parecerme algo nuevo y extraordinario.
Era necesario llevar a cabo una ruptura, tomar una decisión terminante. Si dentro de unos límites determinados no es posible ningún cambio verdadero, entonces hay que traspasar dichos límites. Cuando el inconformismo no es suficiente, cuando la vanguardia es ineficaz, hay que hacer una revolución.
Decidí dormir en el armario. Cualquiera que haya intentado dormir en un armario, de pie, sabrá que semejante incomodidad no permite dormir en absoluto, por no hablar de la hinchazón de pies y de los dolores de columna.
Sí, esa era la decisión correcta. Un éxito, una victoria total. Ya que esta vez «cierto tiempo» también se mostró impotente. Al cabo de cierto tiempo, pues, no sólo no llegué a acostumbrarme al cambio es decir, el cambio seguía siendo un cambio, sino que, al contrario, cada vez era más consciente de ese cambio, pues el dolor aumentaba a medida que pasaba el tiempo.
De modo que todo habría ido perfectamente a no ser por mi capacidad de resistencia física, que resultó tener sus límites. Una noche no aguanté más. Salí del armario y me metí en la cama.
Dormí tres días y tres noches de un tirón. Después puse el armario junto a la pared y la mesa en medio, porque el armario en medio me molestaba.
Ahora la cama está de nuevo aquí, el armario allá y la mesa en medio. Y cuando me consume el aburrimiento, recuerdo los tiempos en que fui revolucionario.
Slawomir Mrozek
Es cuestión de no negarse a ver que ciertas revoluciones son más sencillas de lo que parece.