miércoles, febrero 23, 2011

feeling +

by 9000

domingo, febrero 20, 2011


miércoles, febrero 16, 2011

Go Chinese (or the Chinese revolution)

Esta foto debería estar en el blog de r. que sabría contar que por algún ignoto y ancestral motivo en la península abundan los bares con las paredes forradas de fotos, todo tipo de fotos: jabatos borrachos y desencajados por una inexplicable alegría, grupos de mediana edad con sonrisas forzadas de demasiados dientes, famosos, protofamosos o verdaderos desconocidos; todos, en especial el último colectivo, cargados de buenos deseos en autógrafos ilegibles, que se descifran por lo previsible del mensaje (pongamos un ejemplo al azar: "No hay bravas como las Manolo"). Pero hay un factor común que no falla: la foto de Manolo en la barra, puerta, sala; Manolo en plena faena, satisfaciendo a ese cliente, futuro retrato-cadáver descolorido.
Pues de repente Manolo es Xing, que ha cogido el traspaso del bar, se ha ajustado la camisa blanca al cuello, se ha calado el chaleco (está pensando cómo echar barriga) y hace unas bravas tan de morirse como las de Manolo.
Señores, que vienen los chinos.*

*Pese a lo mucho que que me interesa la materia, yo no podría ser, ni en mis sueños más salvajes, quien se convirtiera en la firmante de estas crónicas por una razón de peso: en algún momento de mi infancia, mis padres tuvieron una ingeniosa ocurrencia que a posteriori tuvo un calado tremendo en mi forma de ver el mundo, y a los chinos. Más allá del trauma de que mis hermanos semiclónicos, con los que comparto un parecido importante, tuvieran como deporte -soy la mediana- recordarme que me habían encontrado al lado de la basura, y que aunque me hubieran acogido yo no era de la familia, mis padres, en bloque, se entregaron sin ninguna cortapisa a la infame, y hoy impensable, diversión de asegurarme, con el aplomo que sólo puede tener un adulto ante un niño (más si son dos, más si son los padres de ese niño), que me casaría con un chino y me iría a China, de donde por supuesto no podría volver jamás y donde además me cambiaría la forma de los ojos y se me aplanaría la cara. Absorbida la parte narrativa de la historia, todo se convirtió en un mero señalar: "Mira con ése te vas a ir". Dejo para el olvido familiar mis reacciones aterrorizadas, que incluían gritos desaforados y escapadas a toda velocidad. Cómo no, este padecimiento de causa exógena tiene nombre.

Creo que poca gente ha prestado la misma atención que yo al incremento de la inmigración china en Madrid.


martes, febrero 15, 2011

I want it to be spring

Roter Mohn und tränende Herzen
emil nolde

«Apaga la estufa; hoy ha comenzado la primavera.»

El comienzo de la primavera
Patricio Pron


Eso es lo que yo quiero oír.

sábado, febrero 12, 2011

Finally

Salgo luego a la calle, y como es temprano para la cita del almuerzo me siento en un banco de un pequeño parque a tomar el sol suave de septiembre leyendo el último libro de Alice Munro. El título resuena inesperadamente en mi estado de ánimo: Too Much Happiness. A veces es posible sentir demasiada felicidad. En el banco, a la una de la tarde, entre indigentes adormecidos y madres jóvenes que hablan por el móvil, leyendo al sol a Alice Munro -papel y tinta olorosa, encuadernación firme entre las manos-, me encuentro del todo en mi lugar.

Antonio Muñoz Molina
El País, septiembre de 2009


Leí este artículo días antes de ir a Nueva York. Y el título de este libro se me quedó grabado sin ningún esfuerzo. Porque es posible sentir demasiada felicidad cuando estás a punto de irte amb la teva estimada a la ciudad que probablemente te gusta más del mundo y ya tienes el primer título que rastrear al cruzar la puerta de Strand. Sin embargo, Muñoz Molina no había revelado que él era un lector privilegiado, porque Too Much Happiness todavía no estaba a la venta.
Ha pasado más de año y medio. Estrechando el cerco sobre Munro. Antes fueron Las lunas de Júpiter y Amistad de juventud. Lecturas bilingües, simultáneas y robadas en horas de trabajo. Un preámbulo inmejorable para este momento. Porque ahora leo la misma edición de la que habla el artículo, en un ejemplar esporádicamente anotado por la traductora, consultado por todos los que han trabajado con él y que le da una flexibilidad al volumen que a mí me gusta incluso más que la rigidez de los libros nuevos.
Y pienso en el tiempo, en las casuales causalidades, en Nueva York, en Muñoz Molina, en la meva estimada y en que se puede sentir demasiada felicidad cuando te levantas una mañana, abres la cubierta de un libro anhelado y te das cuenta de que no puede haber nada mejor que leer algo tan esperado.

viernes, febrero 11, 2011

Typophile

lunes, febrero 07, 2011

¿Ein?

asohora.

(De so3 y hora).

1. adv. t. ant. De improviso, repentina o impensadamente.