...
Después de unos días en el paraíso tropical con los selectos seres que conforman mi cofradía del santo reproche y gratitud a la vida, tomo conciencia de mi (y nuestra -por desgracia-) mortalidad.
Somos jóvenes, pero ya no lo somos tanto. Nuestra conversación se salpica de los plazos que apremian y nos roban la inmortalidad inocente que no hemos podido retener.
Unos hemos perdido el tono muscular, la salud y otros la confianza plena en que todo llegaría.
Ahora que sabemos que no todo es posible, quizá hemos comenzado a ser verdaderamente agradecidos. Nos entregamos con deleite a la satisfacción tan efímera de estar juntos, de abrirnos sin miedo y de darnos sin pudor.
Somos sonrisas, lágrimas y dudas. Nos necesitamos, pero lo realmente mítico es que siempre estamos y cuando no hemos podido nos lo hemos perdonado sin rencor.
Me sorprende sin fin la capacidad que tenemos para crear belleza y magia, para abrir los ojos y los poros y empaparnos de esa frágil criatura a la que hemos dado vida...
No sé si somos los mejores, pero a menudo constato que somos especiales y tenemos la virtud de verlo y explotarlo.
Somos jóvenes, pero ya no lo somos tanto. Nuestra conversación se salpica de los plazos que apremian y nos roban la inmortalidad inocente que no hemos podido retener.
Unos hemos perdido el tono muscular, la salud y otros la confianza plena en que todo llegaría.
Ahora que sabemos que no todo es posible, quizá hemos comenzado a ser verdaderamente agradecidos. Nos entregamos con deleite a la satisfacción tan efímera de estar juntos, de abrirnos sin miedo y de darnos sin pudor.
Somos sonrisas, lágrimas y dudas. Nos necesitamos, pero lo realmente mítico es que siempre estamos y cuando no hemos podido nos lo hemos perdonado sin rencor.
Me sorprende sin fin la capacidad que tenemos para crear belleza y magia, para abrir los ojos y los poros y empaparnos de esa frágil criatura a la que hemos dado vida...
No sé si somos los mejores, pero a menudo constato que somos especiales y tenemos la virtud de verlo y explotarlo.