jueves, abril 29, 2010

Don't you think it would be nice to be able to do this sometimes?


A beautiful visual/metaphoric gift from Xai...
by Zara Picken

lunes, abril 19, 2010

Plou

De sol fulminante a monzón.
Nada podría ajustarse más a mi cambiante estado de ánimo.

jueves, abril 15, 2010

Prolífica felicidad

Hace unas cuantas semanas, quizá ya meses, estoy prolífica. Me dan arrebatos, chispazos. Whatever. Las cosas pasan. Las leo. Me indigno (siempre he sido mucho de eso). Me sorprendo. Me divierto. Veo. Vivo. Y tengo que escribir.
Resulta que me he puesto en modo teen para los treinta. Bien.
Pero ayer, me sobrevino la afasia. Estado en el que parcialmente sigo. No conseguiré dar con las palabras. Me he despertado prontísimo. Con agujetas en toda la musculatura facial. Incluida la de la parte posterior de la cabeza.
Ella está aquí.
Y es posible gracias a todos vosotros. Y a Clara, siempre mon amour en este blog, hoy mi estimada con todas y cada una de las letras.

"Su dicha tenía a veces la fisonomía del crimen."
Stendhal

domingo, abril 11, 2010

Lecturas inesperadas


que jalonan otras muy esperadas.
Desde muy pequeña estudiaba los títulos bicolores de la colección de Club Bruguera, que entendía que sería la consagración de mi ya iniciada carrera lectora. Cierto es que me salté sin ninguna pena ni miramiento toda la literatura juvenil: yo fui de Roald Dahl y el pequeño Nicolás a El Principito y Los renglones torcidos de Dios. Sin duda, hice numerosas elecciones erráticas, de las que no lamento ninguna (Flores en el ático es un thriller malo que no hace ningún daño haber leído -a los doce o trece años, claro-). Y no obstante, aún hoy, me sorprendo del criterio censor que me imponía sin supervisión externa, del temor a no entender que me empujaba a postergar títulos para "cuando fuera mayor".
Rojo y negro forma parte de esos títulos. Tanto que en mi desarrollo anglófilo como lectora quedó enterrado, y del propio Stendhal se "me coló" La cartuja de Parma, así como otros muchos autores franceses de cuya existencia tuve noticia mucho más tarde.
Ayer, con la explosión de la primavera, a las 8.30 de la mañana empecé mi paseo por Verrières. Y me alegro de haber esperado. Éste es el momento.

Pero nobleza obliga, y no puedo sino decir que la lectura que me acompañó desde el martes, uno de los hallazgos, que gracias a los seres que sí habitan en el mundo ahora sé que debo a Joan de Sagarra, ha sido de lo más divertido que he tenido entre manos en tiempo. Un "divertido" diferente. Esa visión caústica del mundo que, por fortuna, tengo bajo la piel desde hace mucho (la singular biblioteca de mi madre abundaba en obras alemanas, checoslovacas y húngaras, más que en otras). El papel de mi familia en la revolución mundial de Bora Cosic sencillamente me parece un must.

martes, abril 06, 2010

Carambola



Con esta horda de genios, maniacos e iluminados he pasado las vacaciones, ahondando, una vez más, en la inabarcable cuestión de la rememoración del pasado y la vida propia. Como bien sabe cualquier estudiante de filología, es casi una constante que los libros "contados" suenen mejor y más apetecibles que los propios textos, aunque en este caso sé de antemano que no se trata de que Zweig haya logrado ese efecto, el quid de la cuestión pasa por que el propio Zweig es un autor inmenso, cuyas reflexiones unidas a sus objetos de interés convierten leer este ensayo en un verdadero placer. A mi entender, que no tiene por qué ser humilde, la metaliteratura es una de las cumbres de la creación literaria y Tres poetas de sus vidas es un gran ejemplo.

Así que hace días, desde que anticipaba y remoloneaba por no llegar a la última página, me preguntaba qué leería después (y eso que éste es de esos libros que te deja con una after-party reading list para meses), pero la duda se ha solventado de la manera más exótica posible.
Regresábamos ayer, después de una rentrée inmejorable, y nos encontramos a un colectivo de señoras de las que no existen en Facebook pero deberían: a las 23.50, sin perro ni excusas visibles, daban vueltas alrededor de la incomprensible fuente dedicada a Caperucita que hay en Passeig de Sant Joan. Yo, que ya apunto maneras, no pude resistirme a arrastrar a mon amour al ojo de huracán. Las señoras nunca se mueven en vano. Por supuesto que no.

Alguien había dejado a los pies de Caperucita una montaña de libros, lo que ya de por sí es un regalo, pero es que además eran nuevos y buenos, o al menos prometedores. Así que momentáneamente mis dudas se han disipado. Leeré alguno de nuestros nuevos adoptados para celebrar la noche de hallazgos (Henry James tiene todas las papeletas, seguido de dos autores de Minúscula que, por supuesto, no conocía o un par de títulos nunca reseñados de este año de Periférica).


El vino no estaba en a los pies de Caperucita, pero sí forma parte del alijo con el que volvimos a casa anoche, cortesía de la anfitriona que celebraba un dígito para recordar (y la foto es un desastre porque tengo un móvil de una generación que no corresponde a la que vivimos).

Aquí


quiero seguir acabando y empezando libros sin fin.